jueves, 13 de mayo de 2010

Retener el corazón


Y lloraba desesperada, pues no sabía retener el corazón en su pecho, lloraba porque sentía que con él se iban partes de su vida, le dolían los minutos, los segundos se le incrustaban en la piel, arrancándole lágrimas aún más dolorosas. Se paró frente a una ventana y apoyó su cabeza contra el vidrio, miró a través de ella sin ver lo que había en la proximidad, pues sus ojos se tornaron a un recuerdo, una lágrima redonda y brillante como perla se le soltó bruscamente, una lágrima ardiente que le quemó el rostro cuando atravesó su mejilla. Escarbaba insistente en sus memorias, rescatando los destellos en que él se aparecía, atesorándolos así juraba nunca dejarlos, se prometía repasarlos en su mente hasta el hastío. No lo olvidaría. Volvió a llorar, la salinidad de la lluvia de sus ojos seguía irritándole la piel del rostro, una molestia incomparablemente diminuta al lado de la revolución violenta de amores que tenía dentro.
-Ya no verás sus ojos, ya no estará tan cerca, se habrá ido y apenas sentirás que lo conoces, pues el tiempo no tiene precio a su lado, no te sonreirá en las mañanas, no te saludará a cada momento, te quedarás en un recuerdo fugaz, te olvidará como dejó el atardecer cada día, cuando no miró la luna diáfana en que tú pensabas, se irá perdiendo en la distancia, se irá quedando en el pasado, porque el futuro que piensas con él no existe, porque eres una en millones- murmuró abatida en sus pensamientos.
Siguió mucho tiempo apoyada en la ventana con la mirada perdida, horas que perdió llorando, horas que no volverían, horas en las que podría haberlo buscado para decirle de una vez cuánto lo quería, horas en las cuales le podría haber confesado que estaba enamorada, si supiera. Si ella supiera que él lloraba en otra ventana pensando en cómo conquistarla.

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