viernes, 18 de mayo de 2012

T a n d e m

T e   d i g o ,   p a r a   q u e   s e p a s ,
q u e   y a   t e   t o q u é   m a ñ a n a
t e   b e s é   d e s p a c i t o
m a ñ a n a   t e m p r a n o
y   t e   h i c e   a m o r ,   e l   a m o r
m a ñ a n a   p o r   l a   n o c h e .  

lunes, 14 de mayo de 2012



El maldito sol que le había desgarrado
abrió los manjares carnales
con su lanza de pútrida herencia
y vació para las aves
las entrañas del cadáver ultrajado,
no llegaron los zorzales ni ruiseñores
tampoco la paloma libre ni el queltehue
-alma de las madrugadas frías-
llegó el buitre enlutado, listo siempre
para el funeral abyecto y profano
preparado, para con las viudas, saborear el cuerpo.

Deshizo al muerto que pudo ser llorado:
desgarros de rojos trozos de muerto
aromas de sangre ferrosa del muerto
gajos, ojos, jirones, despojos
muerte que retumba en los rincones.

No le importó al buitre que el hombre
-con sus enormes ojos de muerto-
lo mirara llevarse sus tripas en vuelo
ni que usara sus huesos para tañer
la canción del desesperado rito.

Iba a ser terriblemente llorado ese muerto
con saladas lisonjas habría sido bañado
plañidos sujetos a lenguas proferidos
y llenada la boca de tierra fértil y lombrices,
le habrían crecido geranios en los ojos
y moriría mil veces ahogado por el agua
que regaría su cuerpo escondido.

Porque todos quieren llorar al muerto,
pero nadie quiere verlo;
sólo el buitre se atreve a mirarlo
luego de reventarle de un picotón las pupilas
nadie quiere ver la pudrición de su carne
y aún así se le llora por siglos,
se le llora mientras florecen los miembros nauseabundos
y se subvierte la naturaleza del hombre invencible
que ve desvanece, pálido, en la arena del tiempo
tragado por la negra bestia absurda,
descerebrado por el hambre primitiva.

lunes, 7 de mayo de 2012

Otro reguero de cabos sueltos


¡Óigame, compañero!
yo no le tomé la mano
no le besé la frente,
como las palomas
que recogen migas,
yo no le picoteé los huesos.

Si yo le digo, compañero,
que me oiga
es porque usted me ve
como si tuviera la sangre trasparente
pero no se traga estas excusas que le invento.

Si le digo: ¡compañero!
es porque es eso,
yo no le he tocado los labios
pero le abrí el alma
para decirle que tengo miedo
y si le abrí las piernas
fue porque no lo encuentro a usted
en la superficie
porque quería que nos ahogásemos
para hallarle en la esencia,
contarle en el otro mundo
que también a usted lo veo
con los ojos del arrullo
del desvelo
del sueño
del ser.


¡Compañero, óigame reclamarle!
que me tiene florecida la carne
y desarmada para esta guerra
en que no sé ya si rendirme
o dejarle que me mate de una vez.
Le abrí las fúlgidas puertas
y se quedó entumecido en el umbral,
enrolladito en el sofá
como mi gato perezoso
esperando no sé qué.