viernes, 12 de noviembre de 2010

Bajo el álamo furioso

Yo en el pasto, entierrada,
masticaba el petalo de una rosa,
por si así se iba
el sabor de mi cigarro
que a tu lengua no agradaba.
Y tú, unos pasos a mi izquierda
hacías resucitar
a los Beatles en tu guitarra,
que cansada del rasgueo
a veces desafinaba.
Love, love me do
You know I love you
I know, love you too...
Y luego callamos,
saboreamos el silencio
y nos suicidamos
en un beso
pues cuando amamos
nos hacemos ciegos
y al abrir los ojos
renacemos.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Un recuerdo memorable del recuerdo en la memoria

La impresión siempre es poca
el recuerdo opaco
el rubor difuso
las miradas mutuas.
Luego de verte aquella tarde
y todas las tardes del otoño,
tendida en mi cama
oía música en inglés,
tarareaba un coro medio extraño,
una melodía disonante,
alguna palabra en francés.
Y lloraba como loca errante
dándole vueltas a mi habitación
parándome, sentándome.

Tomaba algún papelito
y escribía tu nombre
un millón de veces,
por si olvidaba algún día
cuanto sufría por tenerte.
Lloraba sin consuelo
y sin motivos,
lloraba porque no estabas
te habías ido.
Me sobrepasaba la nostalgia
y dormida me quedaba
con la música que
sonaba y sonaba.

En el sueño aparecías
siempre amándome apurado,
besándome en el cuello,
mordiéndome la lengua.
Y despertaba
buscándote en el recuerdo
que se iba esfumando
fumando
mando
ando…

Lloraba nuevamente
y el día se acababa
dormía nuevamente,
soñaba nuevamente
en la mañana
ya no recordaba.
Un mes completo
de miradas a escondidas
de palabras, que
tu novia no escuchara,
de abrazos distraídos,
de manos que se amarran.

Días enteros
intentando descifrar
un mensajito que
en un código mal inventado
nos mandamos.
Enredamos las piernas
bajo la mesa
y nadie notó que tu ceja
de apoco se levantaba,
cuando tu mano
por mi rodilla fría
avanzaba y avanzaba.

Un vino ardiente
en la mesa queda
una copa a medias,
la otra llena
la mesa vacía nos esperaba,
pues sin cenar
nos marchamos a la cama
yo tendida
tú sobre mí
sólo me miras
respiras mi aliento,
escrutas
cada una de mis pestañas
que coquetas se mueven diligentes,
que mi cuerpo te extraña,
que mi cuerpo te llama.

Quieto y adormecido
aún estabas
sobre mí como auscultando mi mirada,
mis ganas que movían cielo y tierra,
tu cara que apaciguaba unas mil almas.
–Te amo- dijiste inexpresivo
y de pronto sobre mí te lanzas
me abrazas
cual si fuera fin del mundo,
me abrazas
hasta que de respiración
no me queda nada,
me abrazas
con el corazón en lo profundo,
por tus manos
mis costillas incendiadas,
me abrazas latamente
en este mundo
y en el otro
te despides de mi cara.

Un abrazo
certero en los sentidos,
moroso en nuestra llama,
que apagaba
de apoco su destello
y mil preguntas
en su lugar se alzaban,
pues te vas como despidiendo,
tu cara enterneciendo se separa
tu corazón palpita cual metralla
y yo desconcertada un día espero
que expliques por qué en su morada
tu amor se disolvió postrero,
pues un te amo nada más oí ese día
y me frente besaste, como a una amiga.