miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mientras respires


Me subí a la micro pensando en que cada vez que hacía ese viaje era después de algún encuentro contigo, el lujoso hotel del centro con aroma a mandarina y ahora el apestoso asiento en que apoyaba mi cuerpo; un borracho que se sube y se sienta a mi lado pidiendo perdón por su interrupción en mi vida, quitándome la atención, las horas, conversando hasta por los codos de su chaqueta rota y tomándose la barba como filósofo de feria, me hablaba de la vida, que no es más larga que un paso en la vereda, ni más suave que la palma de una mano. Cuando yo tenía tu edad, decía, y contaba historias sobre una muchacha, yo reía y poco a poco mi rostro se aclaraba, pero había ya visto él, mi cara con rasgos de amores tardíos, sabores sin finiquitar. Una carcajada y vi el edificio que indicaba el paradero, toqué el timbre y se me antojó de pronto que debía mejor sonar como un tambor, tal cual lo hacen los corazones, entonces de pie, la puerta se abrió como boca hambrienta y antes de bajar él me dijo: Mientras respires, pásalo bien. Y pensé en lo cierto que era, en lo verdadero de su voz y en lo verdadero del refrán “Los curao’s dicen la verdad”. Apenas puse un pie en la calle, nublado de pronto estaba, algún día creeré que te merezco pensaba, y su frase me rondaba como mariposas. En mi nariz seguía el olor del vino, mezclado también con las mandarinas, doblando en la esquina me acordé y tu cuerpo se me antojaba una quimera. Tú amor es más cierto que la poesía… y recordando a Drexler me puse a cantar, sin estructuras, sin recatos, caminé, pensando en la verdad. La verdad de una hoja, del cielo, del dolor. Verdad de tenerte en medio de lo falsa que sé soy. “A mí me gusta el vino, porque el vino es bueno” y rió, lo hacía también yo, pensando en lo áspero de su voz. Y cuando el teléfono suena así es porque tú estás esperando, contesté sin prisa y con ganas de llorar. ¿Dónde estás? Preguntaste sin saludar y tu voz que era perfecta, dejó de ser lo que era antes. A paso lento, forzado, seguí andando, nos habíamos librados juntos de un amor apurado y era la tercera vez en la semana que nos encontrábamos, quisiera ser el eterno testigo de lo idiotas que hemos sido. Llegando a casa, contesté y el antojo de amarte siempre se me iba apagando, Mientras respires… y sigo yo respirando, feliz ahora porque lo hacía fuera de tu boca, lejos de tu cuello, sin prisa como lo hago cuando estoy sobre ti, respirando con el alma y escuchando el corazón. Pásalo bien… y me detuve a saborear mi vida, como un vaso vacío, quise quererte de forma correcta, besarte en la calle, llevarte el desayuno, fumarme un cigarro en tu nombre, tomarte la mano en la orilla del río, despertar una vez a mediodía contigo, agarrar un ramo de novia y sonreírte como idiota, sentarnos en el mismo avión, hablar de lo salado del mar y no soportarnos ni un segundo, para odiarnos furibundos y reconciliarnos como amantes, cómplices y compañeros. Mientras respires, pásalo bien. Pero si tú no estás, yo no respiro.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Eterna despedida


La sensación de que siempre te estás despidiendo, que vas apurado, que intentas evadirme, voy soñando con tus manos y tus manos se están yendo, pienso en las orillas de mi cuarto, con las sombras de tu cuerpo estampadas en la pared. Es lo que queda, tu sombra, tu aliento, el recuerdo. Siempre desapareciendo. Vamos corriendo y llueve incesantemente dentro de mi cabeza, empapada de tus memorias, de tus memorias, de tus memorias, de tus memorias y no hay más.
Un día de marzo, un día de abril y un día de mayo. Sin tiempo, llegaste con tus libros, abriste mil veces la misma puerta, dijiste una decena más las mismas cosas, miraste incontablemente dentro de un alma. Te vas.
Veo tus pies, golpeando la acera sin pensarlo, inerte, caminas, y yo reparo en los detalles, atesoro los segundos, veo donde los ojos no quieren mirar. Lloro por las mismas cosas, deseo morir a veces y cuestiono el tiempo cuando anda, si no anda, lo arreglo. Llegas a mi casa, no hablamos y hacemos el amor desesperados, pues es la única manera de hablar. Te vas.
Miento por ti, perdono por ti, aquí estoy escribiendo por ti y apenas tú si recuerdas que existo luego de llevarte todo lo que soy. Ya partiste.
Los siguientes días de abril, el restante tiempo hasta hoy, volteaste en la misma esquina, contaste los mismos pasos, has estado aquí refugiándote en mis sábanas mientras sabes que no te observan, callando todo lo que siempre quise saber, recitando los mismos poemas que yo te enseñé, tomas lo tuyo y nuevamente te vas.
No es problema que te vayas, sino cómo espero tu regreso, no tengo tus promesas, ni suspiros, tu tiempo, no hay verdad. Te vas, pero mientras tu corazón siga latiendo… Espero.