viernes, 14 de mayo de 2010

Sueña con ángeles


-Sueña con ángeles- fue lo que dijo.
Y yo seguí caminando en dirección contraria a la suya, después de esa despedida.
El día estaba frío, la noche algo violenta no abría los ojos y ocultaba la luna y estrellas entre una espesa niebla rojiza, los indicios de lluvia parecían haber espantado a la gente y todos regresaban temprano a casa; caminé por la Avenida apenas pudiendo oír mis propios pensamientos, pues el tráfico intoxicaba de disonantes ruidos toda la calle.
La vereda sucia me recordaba el camino largo que aún debía seguir; abrí mi cartera con la esperanza de fumar el último cigarro que equivocadamente recordé aún tenía, pues cuando miré dentro de la cajetilla apenas si quedaba el triste olor del tabaco y un papelito blanco que no pertenecía y por eso llamó mi atención. Lo desdoblé con cuidado, era realmente pequeño.
Si puedes permitírtelo, vete lejos.
-La galleta de la fortuna- recordé en voz alta y sonreí para mí. La había abierto ayer, cuando Richard me invitó a dar una vuelta por la feria internacional y me detuve algo intrigada en el pabellón de oriente, la pagó y me incitó a abrir una, él hizo lo suyo con otra galleta. Pero no quiso mostrarme lo que decía, sólo torció un poco el gesto y lo arrugó para ponerlo inmediatamente en su bolsillo. Mi mensaje no era muy alentador tampoco, lo leímos juntos y no dijimos nada. Luego lo puse junto a los cigarros y fue en ese momento cuando fumé el último, ahora lo recordaba.
Partir lejos, probablemente lo que necesitaba. Quizás en otro lugar la soledad fuera menos dolorosa, que este cáustico sentimiento de estar parada en medio de la nada, cuando hay millones de personas rodeándome y ninguna se atreve a traspasar los límites de mi soledad contranatural. Excepto él, que a la fuerza se ha acercado tanto que lo reconozco en mí aún en su ausencia.
Puedo permitírmelo, partir lejos es una buena idea hoy.
Llegué al departamento y entré sin encender la luz, con la intención de pasar directo a mi habitación y dormir sin desvestirme. Pero la lucecita roja del contestador llamó mi atención. La escena fue lo más parecido a una típica película gringa, ahora oiría el mensaje y se desatarían los problemas. Había comprado el aparatito en el persa Bío-Bío y resultó ser bastante útil. Presioné el botón y escuché.
-Valentín, habla Mario, tu cuñado, devuélveme el llamado en cuanto puedas- reprodujo la maquina, una voz desconocida, un nombre medianamente desconocido, número equivocado. Lo desconecté y partí a mi habitación.
Estaba sacándome los zapatos y pensaba en qué hacer para terminar con esas llamadas molestas, hace más de dos meses llamaban y llamaban preguntando por Valentín García y yo, ni le conocía. Cada vez respondía lo mismo –número equivocado- y cada vez volvían a llamar -¿Valentín?-.
Ya estaba tendida y tenía una especie de sueño lúcido, cuando sonó el teléfono. Me levanté corriendo y lo cogí.
-¡Valentín, al fin contestas!
-Valentín ha muerto- proferí sin remordimientos y colgué. Volví a dormir.
No pasó una hora cuando alguien comenzó a golpear la puerta con una terrible vehemencia. Volví a levantarme y fui a abrir.
-¿Y tú, quién eres?- preguntó en la puerta un hombre de mediana edad, rubio y muy alto.
-¿A quién busca?
-Valentín…- dijo visiblemente apesadumbrado.
¡Mierda! No había pensando en lo fácil que es encontrar una dirección en internet sólo teniendo el número telefónico.
-No, está equivocado, aquí no hay nadie con ese nombre- respondí titubeando, sin pensarlo mucho.
-Llamé hace un rato y me dijeron que…- calló un momento y escrutó mi rostro-…me dijeron que había muerto.
-Quizás te equivocaste de dirección- intenté cerrar la puerta, pero él puso el pie y con una impresionante fuerza la abrió y con un solo brazo me lanzó a un lado y entró al departamento.
-¡Qué estás haciendo, sal de aquí!
No dijo nada y caminó por los pasillos a grandes zancadas, con movimientos pesados, el suelo retumbaba a cada paso que daba. Miraba a un lado, luego al otro. De pronto vio el contestador y presionó el botón play, nuevamente se reprodujo el mensaje, era su voz.
-Mario- esbocé, suavemente.
-No está muerto- sentenció resuelto- Ni siquiera lo conoces.
Asentí avergonzada, me sentí como una niña pequeña.
-Lo siento. Vete ahora por favor.
-Estás en problemas- dijo finalmente y se fue calmado.
¡Tonta, tonta, tonta, tonta! Sólo a mí se me ocurría inventar ese tipo de cosas. Me fui a la cama nuevamente, esta vez me desvestí completamente y me cubrí hasta la cabeza. Me dormí de inmediato.
Con los diminutos rayos de luz que empezaron a entrar por la ventana a eso de las seis desperté de un sueño que sentí liviano, pero me quedé tendida esperando que sonara el despertador. Sin embargo, antes de eso el timbre comenzó a sonar insistentemente y alguien pateaba de forma violenta la puerta. Tomé una bata y partí a abrir.
Mario empujó la puerta tal como la primera vez y entró a la fuerza. Asustada tomé el teléfono y grité.
-¡Sal de aquí o llamo a los carabineros ahora mismo!
Bufó molesto y arrancó el cable del teléfono botando todo lo que había en la mesita donde estaba. Me miraba furioso y yo ahora prácticamente indefensa intentaba alejarme de él lo más posible, pero su cuerpo entero bloqueaba la salida, hacia donde me moviera él estaba siguiéndome con sus ojos penetrantes.
-¿Qué quieres?- pregunté quebrada, pensaba una y otra vez las cosas más horribles que un hombre así de fuerte podría hacerme en esas condiciones, y yo, desnuda.
Se produjo un silencio que me heló la piel, esta vez tampoco quitaba en ningún momento sus ojos de mí, miré con detalles su rostro. Respiró una vez.
-¡Me calientas!- dijo articulando las palabras con ímpetu terrible- Jamás…- puso énfasis en esa palabra- …había oído mentira más retorcida de la boca de una mujer- respiró otra vez, encendido- Jamás había visto a una mujer como tú.
-¿Como yo?- probablemente dije esa estupidez porque no creí lo que él había dicho. Como si le restase importancia a su actitud inflamada, como si fuera normal un hombre parado en medio de mi departamento declarándome sus perversiones.
-Como tú…- se acercó y me tocó la nariz, puso mi mentón en una de sus grandes manos- Mira esa boca de fruta que anda inventando muertos.
Me avergoncé al recordarlo. Pero no podía apartarme de él, el deseo se me hacía contagioso. No pasó mucho tiempo cuando ya la bata estaba en el suelo y aún no cerraba la puerta de entrada. Mario se quitó la camisa y corrió a cerrarla, yo me senté en el sofá, desnuda e inquieta.
-¿Cómo te llamas?- me preguntó.
-Danielle- respondí -pero eso no importa- y lo rodeé con mis piernas, mis brazos, mi cuerpo, mi pelo, mi lengua y sobre todo de mis movimientos serpenteantes. Lo hicimos como enamorados, pero no nos habíamos visto antes jamás. Lo hicimos como si fuese el único día existente para amar. Pero amor no era, pues el amor no soporta la delectación de los cuerpos, encontramos el placer en el desconocimiento de nuestros rostros, porque no queríamos hacer feliz al otro, sino sólo llenarnos de complacencia.
Me dormí.
Desperté en mi cama sola. Encaminándome al baño encontré afuera de la puerta un ramo de flores funerarias. Me sorprendí, sin duda. Me asusté y volví a la habitación a vestirme, tomé un vestido muy holgado del closet y salí.
-¡Maldito!- susurré para mí, recordando a Mario, los incidentes de anoche y pensando que eso sería una mala broma. No debí acostarme con él.
Tocaron el timbre, esa sucesión de visitas terminaría por volverme loca. Abrí, era Richard que preocupado por mi falta al trabajo pasó a visitarme, lo invité a entrar. No hablamos mucho, le pedí que se sentara mientras intentaba averiguar dónde estaba Mario y me deshacía de aquellas flores. Intenté hacerlo con disimulo, pero me vio.
-¿Qué es eso? ¿Por qué tienes esas flores?
Iba a responder alguna mentira cuando de repente Mario, apareció desde la cocina.
-¡Valentín!- profirió Mario a Richard.
-¿Valentín?- pregunté.
-¿Se conocen?- preguntaron ambos al unísono.
-Richard…- dije sin entender.
-Dani él es mi cuñado- dijo Richard.
-¿Por qué me dijiste que no conocías a Valentín?- preguntó Mario.
-Porque él es Richard, no Valentín ¿Qué está pasando aquí?
-Pasa que él es Valentín, quien me dijiste que estaba muerto.
-Dani, Valentín en es mi primer nombre, no mucha gente lo sabe, lo odio- dijo Richard.
-¡Dios! No entiendo nada…
Todos nos mirábamos con gran incertidumbre. Richard procedió a explicarlo todo.
-Danielle, Mario está casado con mi hermana, somos cuñados; él me dice Valentín porque ese es mi primer nombre, ahora… no sabía que se conocían y ¿a qué viene eso de que ‘estoy muerto’?
-Verás Richard, Mario y yo… - no pude seguir ¿cómo explicarle que me había acostado con el marido de su hermana?
-Valentín… Llegué aquí porque tu amiguita me dijo que estabas muerto- explicó Mario.
-¡Mierda! Estamos hasta el fondo. ¡Richard! Me acosté con él, dije muchas estupideces porque no sabía quién era Valentín, ahora váyanse ambos- fui tajante y ambos salieron.
Me senté en el suelo, con la cabeza entre las manos y pensando en cómo seguirían las cosas recordé algo: Si puedes permitírtelo, vete lejos.
Me vestí, tome una maleta, la llené de ropa y cuando abrí la puerta para salir, Richard o Valentín o cómo se llamara, estaba esperándome sentado afuera.
-Venía a despedirme.
-¿Despedirte?
-¿Te parece poco lo que le hiciste a mi hermana?
-Pero Richard yo no sabía…
-¡Ah, entonces eres tan puta como para acostarte con cualquiera! Danielle, estaba enamorado de ti ¿Nunca lo notaste?
-Richard, pero somos amigos- respondí apesadumbrada.
-Eramos…- sentenció y se fue.
Volví a entrar, cerré la puerta y tiré las maletas en el piso. Avancé unos pasos y volví a ver las flores, las tomé, desarmé la corona y las puse en un florero. El departamento se llenó de un tétrico aroma a cementerio. Sonó el teléfono.
-Hola, quiero hablar con Cristian.
-Equivocado- contesté y reí irónicamente.
Me senté y cerré los ojos.
-Sueña con ángeles Danielle…- murmuré- …si puedes.

2 comentarios:

  1. - Hola, quiero hablar con Cristián.
    (pensé que Danielle respondería - ¡Está muerto!-).

    Me acordé de una amiga. De una que nadie conoce. De una amiga que hace poco confesó que se moría de vergüenza al descubrir que su vida sexual estaba llena de morbo y fantasías.
    No viene al caso, de hecho su historia no se parece al escrito, pero tiene un parecido con respecto al de hacer el amor con un desconocido solo por complacerse a sí misma.
    Ella me explicó que, últimamente, se ha dado cuenta que "vida sexual" es un tema en el que fácilmente nos perderíamos, y también en el cual es difícil tomar deciciones.

    Las galletitas... Aun recuerdo mi mensaje y lo detesto, ¡como si de alguna manera fueran mágicas! ¬¬

    Shit!
    hoy no es mi día...
    de todas maneras me gustó tu escrito, creo qe tengo un consejo que darle a esa amiga mía.
    :)

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